Difícil comentar este libro. Definirlo, sí se puede; lo hace Borges con precisión en el prólogo: “libro triste y verdadero que nos muestra esa inutilidad esencial que es una de esas cotidianas ironías del universo”. Interpreto que esa inutilidad esencial es la inutilidad inherente e incorregible de nuestro personaje.
Movido por compasión, su jefe, alma generosa, intenta enmendar su comportamiento. El desgraciado no se apartará de lo que, antes de nacer, la suerte determinó para él. Más o menos es lo que sucede en esta historia que encaja perfectamente en el cliché de novela realista. Y digo realista porque su autor la concibe en el momento álgido del realismo literario y en ella se constatan los recursos estilísticos de este movimiento: la observación meticulosa de aspectos cotidianos de la vida, descritos con palabras como algo que se tiene delante.
La literatura es ficción. El realismo huye de ello para que sus temas pesen más sobre el lector. Aun así, el autor de este cuento consigue interesar y mantener la atención del que lee. Más aún, lo hace volver sobre la cronología de los hechos para informarse mejor de como va adelante la peripecia del aburrido y cenizo protagonista.
Al acabar el libro, uno se da cuenta de que ha leído una obra de primera y de que le queda el regusto de la literatura con mayúscula. El secreto, la forma en la que el autor ha escogido y casado las palabras.
Por cierto, quizás porque Moby Dick, novela escrita con entusiasmo pasó inadvertida, Melville decidiera probar suerte con lo que estaba de moda.
Difícil comentar este libro. Definirlo, sí se puede; lo hace Borges con precisión en el prólogo: “libro triste y verdadero que nos muestra esa inutilidad esencial que es una de esas cotidianas ironías del universo”. Interpreto que esa inutilidad esencial es la inutilidad inherente e incorregible de nuestro personaje.
ResponderEliminarMovido por compasión, su jefe, alma generosa, intenta enmendar su comportamiento. El desgraciado no se apartará de lo que, antes de nacer, la suerte determinó para él. Más o menos es lo que sucede en esta historia que encaja perfectamente en el cliché de novela realista. Y digo realista porque su autor la concibe en el momento álgido del realismo literario y en ella se constatan los recursos estilísticos de este movimiento: la observación meticulosa de aspectos cotidianos de la vida, descritos con palabras como algo que se tiene delante.
La literatura es ficción. El realismo huye de ello para que sus temas pesen más sobre el lector. Aun así, el autor de este cuento consigue interesar y mantener la atención del que lee. Más aún, lo hace volver sobre la cronología de los hechos para informarse mejor de como va adelante la peripecia del aburrido y cenizo protagonista.
Al acabar el libro, uno se da cuenta de que ha leído una obra de primera y de que le queda el regusto de la literatura con mayúscula. El secreto, la forma en la que el autor ha escogido y casado las palabras.
Por cierto, quizás porque Moby Dick, novela escrita con entusiasmo pasó inadvertida, Melville decidiera probar suerte con lo que estaba de moda.
J. Manuel León
4-XII-2024.