Entrañable. Un escritor en el ocaso de su creación literaria, nos hace partícipes de esa inflexión en su yo íntimo. Enseguida te das cuenta de que no se trata del viejo truco del columnista: voy a contarte que no se me ocurre nada. Acabas descubriendo que es al revés, es a partir de la reflexión final que construye el armazón del relato. Y eso lo hace con la virtud de la sencillez, la espontaneidad y el mecanismo imbatible en la literatura que es la veracidad.
La historia personal, y su reflexión sobre el acto de la creación literaria, ya es conmovedora, entrañable. Pero es que inmersa en ella, sin estridencias, van desfilando los grandes temas del momento: La inmigración, los derechos humanos, la brecha social, la evolución política, el papel de los ancianos en la sociedad moderna, el terrorismo integrista… Y todo eso, inmerso en su propio relato personal, sin abandonar la sencillez narrativa y la precisión del poeta.
De igual manera, emerge el filósofo para plantear los grandes temas: Qué es hoy la libertad, qué entendemos actualmente por democracia, globalización y justicia social… Ciertamente el autor no esconde su opinión personal sobre cada uno de los asuntos, lo que es de agradecer. Pero como todo tratado filosófico deja en nosotros la semilla de la duda; la inquietud de plantearnos cada cuestión.
Y no menos interesante, es la espina dorsal del relato; la que mueve al autor a escribir este libro: El valor de la lengua materna en el individuo, importante siempre, vital en el desarrollo emocional de toda persona. Pero es también objeto de dialéctica en el políglota. Theodor Kallifatides siempre ha intuido que el apago a sus raíces es sustancial, pero descubre finalmente, como una revelación, que cuando se agota la creación literaria en la lengua adquirida, queda la fuente inacabable de la propia. Porque en aquella era un ejercicio intelectual y en la suya está el fondo insaciable de los sentimientos.
En fin, un precioso libro, ameno y revelador, con una prosa deliciosa y una estructura temporal, de viaje de ida y vuelta, de fácil comprensión. Quedan ganas de leer más sobre el autor y de indagar sobre esos temas, que es lo que nos motiva en esta tertulia. Gracias, Tina.
No deja de ser curioso que un autor se llame Theodoro Kaslifates. Nombre y apellido con significado patente y categórico. Theo, apunta a lo divino; doro, a regalar; Kalli, a lo bello y, fatis, a decir: “Regalo de Dios, que habla con lenguaje hermoso”. Acaso conlleve este nombre un designio; el designio de hablar y escribir con lenguaje claro, sencillo, bien articulado y, por consiguiente, bello. Yo, así lo creo.
Elucubraciones. Tal vez, mero pasatiempo. Sin embargo, a destacados psicólogos del pasado y del presente, les ha parecido que los nombres son circunstanciales y, por tanto, adquieren importancia en la modulación de nuestro carácter y en nuestra manera de estar en el mundo. ¿No dijo Ortega “soy yo y mis circunstancias”?
En Internet se pueden encontrar trabajos, basados en la experiencia y en la estadística, que apuntan a múltiples rasgos comunes que comporta llevar el mismo nombre. Sus autores también sugieren que, de alguna manera, el nombre pudiera predestinar. En nuestro autor, esto parece claro. ¿O se trata de una simple coincidencia? Hablar por hablar.
OTRA VIDA POR VIVIR, de Theodor Kallifatides
ResponderEliminarEntrañable. Un escritor en el ocaso de su creación literaria, nos hace partícipes de esa inflexión en su yo íntimo. Enseguida te das cuenta de que no se trata del viejo truco del columnista: voy a contarte que no se me ocurre nada. Acabas descubriendo que es al revés, es a partir de la reflexión final que construye el armazón del relato. Y eso lo hace con la virtud de la sencillez, la espontaneidad y el mecanismo imbatible en la literatura que es la veracidad.
La historia personal, y su reflexión sobre el acto de la creación literaria, ya es conmovedora, entrañable. Pero es que inmersa en ella, sin estridencias, van desfilando los grandes temas del momento: La inmigración, los derechos humanos, la brecha social, la evolución política, el papel de los ancianos en la sociedad moderna, el terrorismo integrista… Y todo eso, inmerso en su propio relato personal, sin abandonar la sencillez narrativa y la precisión del poeta.
De igual manera, emerge el filósofo para plantear los grandes temas: Qué es hoy la libertad, qué entendemos actualmente por democracia, globalización y justicia social… Ciertamente el autor no esconde su opinión personal sobre cada uno de los asuntos, lo que es de agradecer. Pero como todo tratado filosófico deja en nosotros la semilla de la duda; la inquietud de plantearnos cada cuestión.
Y no menos interesante, es la espina dorsal del relato; la que mueve al autor a escribir este libro: El valor de la lengua materna en el individuo, importante siempre, vital en el desarrollo emocional de toda persona. Pero es también objeto de dialéctica en el políglota. Theodor Kallifatides siempre ha intuido que el apago a sus raíces es sustancial, pero descubre finalmente, como una revelación, que cuando se agota la creación literaria en la lengua adquirida, queda la fuente inacabable de la propia. Porque en aquella era un ejercicio intelectual y en la suya está el fondo insaciable de los sentimientos.
En fin, un precioso libro, ameno y revelador, con una prosa deliciosa y una estructura temporal, de viaje de ida y vuelta, de fácil comprensión. Quedan ganas de leer más sobre el autor y de indagar sobre esos temas, que es lo que nos motiva en esta tertulia. Gracias, Tina.
No deja de ser curioso que un autor se llame Theodoro Kaslifates. Nombre y apellido con significado patente y categórico. Theo, apunta a lo divino; doro, a regalar; Kalli, a lo bello y, fatis, a decir: “Regalo de Dios, que habla con lenguaje hermoso”. Acaso conlleve este nombre un designio; el designio de hablar y escribir con lenguaje claro, sencillo, bien articulado y, por consiguiente, bello. Yo, así lo creo.
ResponderEliminarElucubraciones. Tal vez, mero pasatiempo. Sin embargo, a destacados psicólogos del pasado y del presente, les ha parecido que los nombres son circunstanciales y, por tanto, adquieren importancia en la modulación de nuestro carácter y en nuestra manera de estar en el mundo. ¿No dijo Ortega “soy yo y mis circunstancias”?
En Internet se pueden encontrar trabajos, basados en la experiencia y en la estadística, que apuntan a múltiples rasgos comunes que comporta llevar el mismo nombre. Sus autores también sugieren que, de alguna manera, el nombre pudiera predestinar. En nuestro autor, esto parece claro. ¿O se trata de una simple coincidencia?
Hablar por hablar.
J. Manuel León
26-Xi-2021.