Posiblemente, desde el éxito teatral de George Bernard Shaw, capaz de tener ocupadas todas las carteleras teatrales de Londres al tiempo, nadie como Peter Weiss había despertado tanta expectación con sus estrenos en la capital inglesa.
Partiendo de un formato teatral en el que se rompe la dimensión espacial, el espectador asiste sobrecogido a los sucesos que se suceden durante la representación.
Debemos agradecer a Manuel León la propuesta de esta obra, que plantea tantas emociones encontradas, sumiéndonos en el universo de unas figuras recuperadas de la Historia, por obra y gracia de su autor. Unas figuras que, como se ha escrito, “se plantean la duda de si la verdadera revolución se produce cambiando la sociedad o cambiándose a uno mismo”.
Por lo demás, unas figuras confinadas por sus problemas mentales, que claman: libertad, libertad, libertad, olvidándose que se encuentran encerradas en la peor de las prisiones.
Gracias por tu apunte, Juan. Yo veo también que la protagonista de esta obra es la duda. La razón, utilizando solo la lógica, siempre conducirá a una encrucijada, a un punto en el que no se sabrá hacia dónde tirar. Hacerlo en el sentido de la revolución, puede muy bien, como en el caso de Marat, llevar a la debacle. Lo contrario, beneficiar al fuerte, manifiestamente es injusto. Por eso se hace necesario dar cabida a otra posición menos basada en la razón.
Sade, no es que lleve la contraria a Marat; lo que hace es utilizar el método empírico, la experiencia, para hacer ostensibles a Marat las consecuencias de la revolución. Afirma que, en situación límite, de una u otra manera, el más fuerte lleva las de ganar. Sade, como dice Juan, haciendo la revolución sobre sí mismo, llega al escepticismo, adquiere libertad de expresión y a no calla lo que ha visto previamente. Y, lo que ha visto en estas situaciones es que, desde Espartaco, al menos en nuestro mundo occidental, ha habido que volver a lo anterior.
Hemos leído el drama en dos actos, “Persecución y asesinato de Jean-Paul Marat”, del autor Peter Weiss. También, abreviando, lo conocemos por “Marat-Sade. Su estreno, allá donde fuere, inquietó los ideales políticos de los espectadores.
Al comentar esta obra, yo me atengo al texto leído (no al filme ni a las representaciones teatrales).
Y, como ya ha pasado en otras ocasiones, cuando el texto es rico y su presentación magnífica en análisis (la de Manuel León fue así), es complicado añadir algo nuevo. Sólo me queda dar una impresión personal y seguramente escasa. Digo escasa porque la compleja escenificación teatral impone: Cuenta con muchos actuantes – música incluída-, mimos que brotan aquí y allá en la gran sala donde se representa, parlamentos de teatro dentro del teatro y… mucho pensamiento filosófico-político. El primordial es el que se da en los diálogos entre el irreverente cínico Marqués de Sade y el puro visionario Jean Paul Marat. Es la confrontación entre un individualismo llevado al extremo y el idealismo de una transformación social mediante la revolución. Sus teorías sobre el gobierno del pueblo no llegan a coincidir, “quedan en tablas”, como dice muy bien León. En todo caso, siempre la gran distancia en lo que esperan.
Pero, además de los protagonistas, todos los que intervienen en la acción dramática, tanto los callados trabajadores del centro hospitalario; tanto su director, asustado en su conservadurismo por lo que allí se dice; tanto los espontáneos enfermos del psiquiátrico que se adelantan a primer término de la escena a contar lo que pasa por sus mentes, forman el coro necesario –no sobra nadie- para dar la réplica perfecta a los dos principales personajes históricos actualizados por Peter Weiss.
Redundancia puede ser, pero redundo en que los dos actos del drama transcurren en el manicomio de Charenton, donde Sade pasó los últimos años de su vida, si bien por circunstancias singulares ajenas a la locura; en que el texto y la dirección para ser representado, Peter Weiss los pone –imaginariamente, claro- en la pluma y el genio de Sade; y en que el tema principal de lo que allí se trata es el de los sucesos que se dieron alrededor de la Revolución Francesa.
Diré, ya tema aparte, que me ha parecido muy positiva la diversidad de las propuestas de este trimestre en cuanto a la posibilidad de haber disfrutado de varios géneros literarios: hemos andado en el cuento, en la poética, en la novelística y, con Marat-Sade, en la dramaturgia.
Gracias, Elena, por tu comentario. Lo veo como un cierre perfecto a las dos semanas de haber tenido "in mente" a estos dos grandes de la Ilustración y del inicio de la Modernidad. Dices, en muy pocas palabras, y con tu toque de elegancia verbal, lo que es esta obra, lo que representó en el momento del estreno y lo que representa todavía hoy.
Destacas el acompañamiento a los dos grandes. Creo que ves en ellos, como yo, una reminiscencia del coro en el teatro griego y, por consiguiente, lo consideras un ser colectivo que cuenta como tercer personaje principal, haciéndose eco de lo que escuchan de Marat y de Sade y dando su propia respuesta.
En la obra teatral Marat -Sade, su autor Peter Weiss utiliza personajes y hechos reales históricos. El argumento está basado en el asesinato de Jean Paul Marat. Se centra en ese hecho, sin embargo al lector o el espectador de la obra se le despierta la necesidad de saber el contexto que rodea a este episodio que es la Revolución Francesa y sus consecuencias en la época, y lo que significó en el devenir de Francia y de la Humanidad. Es una obra de teatro que trata de una obra de teatro dirigida por el marqués de Sade. El autor Paul Weiss monta una ficción en la que el personaje Sade dirige la obra en el manicomio de Charenton,representando el asesinato de Marat. La acción transcurre en 1808. Es cierto que Sade dirigió obras de teatro en ese manicomio cuando en los años finales de su vida estuvo ingresado allí. No es cierto que en ese tiempo y espacio muriese Marat. Él fue asesinado en Paris en 1793, por Charlotte Corday. La ficción teatral sirve para confrontar las posturas de Marat-revolucionario convencido partidario de la acción- y Sade-teórico descreído y cínico. Ciertos son los respectivos pensamientos de ambos, pero no consta que se enfrentasen en un debate. Marat sacrificó su vida por la revolución, fue acusado de cruel, él mismo sufrió toda clase de penalidades, entre ellas la dermatitis seborreica que padecía, seguramente debida a estar escondido en la cloacas de Paris. No se trata de santificar a Marat ni a nadie. Hubo crueldades y masacres. Su asesina pertenecía a los girondinos, que se oponían a la abolición de la monarquía. Sade fue un escritor maldito. Fue perseguido por sus obras. Pero,según expertos, no parece que fuese un pervertido criminal sexual. Es cierto que sus obras son obscenas y desgarradas,pero seguramente están basadas en la corrupción que vio o de la que tuvo conocimiento en su tiempo. En ese sentido podría decirse que el poder y la sociedad “quemaron al mensajero”.Hoy vemos que la perversión sexual existe en nuestros día y a veces practicada por los llamados virtuosos bien pensantes. Los demás personajes de la obra de teatro dentro de la obra de teatro, son interpretados por los pacientes del manicomio de forma estrafalaria como cabría esperar. Con ello el autor Peter Weiss consigue el efecto de agitación emocional desbocada en el ambiente convulso de la Revolución. La obra se estrenó en Berlín en 1964.En España se estrenó en 1968,dirigida por Adolfo Marsillac que también hizo el papel de Sade. José María Prada interpretó a Marat. Tuvo un gran éxito. Estuvo estrechamente vigilada por la policía franquista. La izquierda en la clandestinidad la acogió con entusiasmo. Era el tardo franquismo, el Mayo de Paris, la Primavera de Praga, la guerra de Vietman... Un ambiente tenso. Las revoluciones se corrompen pero ¿son un paso adelante para la Humanidad?Las semillas de la revolución vuelan por el tiempo y el espacio de forma impredecible. Doy las gracias a José Manuel León por habernos proporcionado y presentado está magnifica obra
Comentario de Juan Padilla
ResponderEliminarPosiblemente, desde el éxito teatral de George Bernard Shaw, capaz de tener ocupadas todas las carteleras teatrales de Londres al tiempo, nadie como Peter Weiss había despertado tanta expectación con sus estrenos en la capital inglesa.
Partiendo de un formato teatral en el que se rompe la dimensión espacial, el espectador asiste sobrecogido a los sucesos que se suceden durante la representación.
Debemos agradecer a Manuel León la propuesta de esta obra, que plantea tantas emociones encontradas, sumiéndonos en el universo de unas figuras recuperadas de la Historia, por obra y gracia de su autor. Unas figuras que, como se ha escrito, “se plantean la duda de si la verdadera revolución se produce cambiando la sociedad o cambiándose a uno mismo”.
Por lo demás, unas figuras confinadas por sus problemas mentales, que claman: libertad, libertad, libertad, olvidándose que se encuentran encerradas en la peor de las prisiones.
(De Juan Manuel León)
EliminarGracias por tu apunte, Juan. Yo veo también que la protagonista de esta obra es la duda. La razón, utilizando solo la lógica, siempre conducirá a una encrucijada, a un punto en el que no se sabrá hacia dónde tirar. Hacerlo en el sentido de la revolución, puede muy bien, como en el caso de Marat, llevar a la debacle. Lo contrario, beneficiar al fuerte, manifiestamente es injusto. Por eso se hace necesario dar cabida a otra posición menos basada en la razón.
Sade, no es que lleve la contraria a Marat; lo que hace es utilizar el método empírico, la experiencia, para hacer ostensibles a Marat las consecuencias de la revolución. Afirma que, en situación límite, de una u otra manera, el más fuerte lleva las de ganar. Sade, como dice Juan, haciendo la revolución sobre sí mismo, llega al escepticismo, adquiere libertad de expresión y a no calla lo que ha visto previamente. Y, lo que ha visto en estas situaciones es que, desde Espartaco, al menos en nuestro mundo occidental, ha habido que volver a lo anterior.
J. Manuel León
22-V2020
Mi comentario
ResponderEliminarHemos leído el drama en dos actos, “Persecución y asesinato de Jean-Paul Marat”, del autor Peter Weiss. También, abreviando, lo conocemos por “Marat-Sade. Su estreno, allá donde fuere, inquietó los ideales
políticos de los espectadores.
Al comentar esta obra, yo me atengo al texto leído (no al filme ni a las representaciones teatrales).
Y, como ya ha pasado en otras ocasiones, cuando el texto es rico y su presentación magnífica en análisis (la de Manuel León fue así), es complicado añadir algo nuevo. Sólo me queda dar una impresión personal y seguramente escasa. Digo escasa porque la compleja escenificación teatral impone: Cuenta con muchos actuantes – música incluída-, mimos que brotan aquí y allá en la gran sala donde se representa, parlamentos de teatro dentro del teatro y… mucho pensamiento filosófico-político. El primordial es el que se da en los diálogos entre el irreverente cínico Marqués de Sade y el puro visionario Jean Paul Marat. Es la confrontación entre un individualismo llevado al extremo y el idealismo de una transformación social mediante la revolución. Sus teorías sobre el gobierno del pueblo no llegan a coincidir, “quedan en tablas”, como dice muy bien León. En todo caso, siempre la gran distancia en lo que esperan.
Pero, además de los protagonistas, todos los que intervienen en la acción dramática, tanto los callados trabajadores del centro hospitalario; tanto su director, asustado en su conservadurismo por lo que allí se dice; tanto los espontáneos enfermos del psiquiátrico que se adelantan a primer término de la escena a contar lo que pasa por sus mentes, forman el coro necesario –no sobra nadie- para dar la réplica perfecta a los dos principales personajes históricos actualizados por Peter Weiss.
Redundancia puede ser, pero redundo en que los dos actos del drama transcurren en el manicomio de Charenton, donde Sade pasó los últimos años de su vida, si bien por circunstancias singulares ajenas a la locura; en que el texto y la dirección para ser representado, Peter Weiss los pone –imaginariamente, claro- en la pluma y el genio de Sade; y en que el tema principal de lo que allí se trata es el de los sucesos que se dieron alrededor de la Revolución Francesa.
Diré, ya tema aparte, que me ha parecido muy positiva la diversidad de las propuestas de este trimestre en cuanto a la posibilidad de haber disfrutado de varios géneros literarios: hemos andado en el cuento, en la poética, en la novelística y, con Marat-Sade, en la dramaturgia.
Elena Escolano
(De Juan Manuel León)
EliminarGracias, Elena, por tu comentario. Lo veo como un cierre perfecto a las dos semanas de haber tenido "in mente" a estos dos grandes de la Ilustración y del inicio de la Modernidad. Dices, en muy pocas palabras, y con tu toque de elegancia verbal, lo que es esta obra, lo que representó en el momento del estreno y lo que representa todavía hoy.
Destacas el acompañamiento a los dos grandes. Creo que ves en ellos, como yo, una reminiscencia del coro en el teatro griego y, por consiguiente, lo consideras un ser colectivo que cuenta como tercer personaje principal, haciéndose eco de lo que escuchan de Marat y de Sade y dando su propia respuesta.
J, Manuel León.
25-V-2021
En la obra teatral Marat -Sade, su autor Peter Weiss utiliza personajes y hechos reales históricos.
ResponderEliminarEl argumento está basado en el asesinato de Jean Paul Marat. Se centra en ese hecho, sin embargo al lector o el espectador de la obra se le despierta la necesidad de saber el contexto que rodea a este episodio que es la Revolución Francesa y sus consecuencias en la época, y lo que significó en el devenir de Francia y de la Humanidad.
Es una obra de teatro que trata de una obra de teatro dirigida por el marqués de Sade.
El autor Paul Weiss monta una ficción en la que el personaje Sade dirige la obra en el manicomio de Charenton,representando el asesinato de Marat. La acción transcurre en 1808. Es cierto que Sade dirigió obras de teatro en ese manicomio cuando en los años finales de su vida estuvo ingresado allí. No es cierto que en ese tiempo y espacio muriese Marat. Él fue asesinado en Paris en 1793, por Charlotte Corday. La ficción teatral sirve para confrontar las posturas de Marat-revolucionario convencido partidario de la acción- y Sade-teórico descreído y cínico. Ciertos son los respectivos pensamientos de ambos, pero no consta que se enfrentasen en un debate.
Marat sacrificó su vida por la revolución, fue acusado de cruel, él mismo sufrió toda clase de penalidades, entre ellas la dermatitis seborreica que padecía, seguramente debida a estar escondido en la cloacas de Paris. No se trata de santificar a Marat ni a nadie. Hubo crueldades y masacres. Su asesina pertenecía a los girondinos, que se oponían a la abolición de la monarquía.
Sade fue un escritor maldito. Fue perseguido por sus obras. Pero,según expertos, no parece que fuese un pervertido criminal sexual. Es cierto que sus obras son obscenas y desgarradas,pero seguramente están basadas en la corrupción que vio o de la que tuvo conocimiento en su tiempo. En ese sentido podría decirse que el poder y la sociedad “quemaron al mensajero”.Hoy vemos que la perversión sexual existe en nuestros día y a veces practicada por los llamados virtuosos bien pensantes.
Los demás personajes de la obra de teatro dentro de la obra de teatro, son interpretados por los pacientes del manicomio de forma estrafalaria como cabría esperar. Con ello el autor Peter Weiss consigue el efecto de agitación emocional desbocada en el ambiente convulso de la Revolución.
La obra se estrenó en Berlín en 1964.En España se estrenó en 1968,dirigida por Adolfo Marsillac que también hizo el papel de Sade. José María Prada interpretó a Marat. Tuvo un gran éxito. Estuvo estrechamente vigilada por la policía franquista. La izquierda en la clandestinidad la acogió con entusiasmo. Era el tardo franquismo, el Mayo de Paris, la Primavera de Praga, la guerra de Vietman...
Un ambiente tenso.
Las revoluciones se corrompen pero ¿son un paso adelante para la Humanidad?Las semillas de la revolución vuelan por el tiempo y el espacio de forma impredecible.
Doy las gracias a José Manuel León por habernos proporcionado y presentado está magnifica obra