La presentación que Elena hace de Unamuno y de su novela me ha parecido sentida, sencilla, elegante y personal, evitando bibliografías y erudiciones postizas que no deberían tener cabida entre nosotros, simples lectores. Si sus personajes no nos parecen de carne y hueso en el contexto de la realidad de aquel momento, es porque Unamuno, creador omnisciente, así lo decidió. Nunca se debe objetar al autor hacer con lo que quiera con sus personajes. Son ficción.
Destacaría de este relato, además de que se ha hecho hablar a cada personaje de acuerdo con la peripecia que le corresponde, que Unamuno no trascienda a los hechos; quiero decir, que no haga crítica social ni ejemplarice. Se limita a constatarlos como los concibió. Resultado, una novela de carril, con estereotipos que insisten en parecerse a sí mismos a lo largo del tiempo. Si hubiera decidido hacer felices en el amor a Julia y Alejandro, tendríamos que encuadrar su novelita en el género rosa. Como el autor de “El sentimiento trágico de la vida”, no puede permitirse esa frivolidad, da un volantazo de guión y pone a su relato punto final a lo romántico. El conflicto amoroso deviene en tragedia. Y ¡qué tragedia, impregnada de religiosidad, de locura de amor y de sangre!
Catedrático de prestigio, rector varias veces de la Universidad de Salamanca, ¿por qué escribió este patético relato? Habría que preguntárselo a él. Como no es posible, cabe pensar en motivos espureos: tal vez la carencia de medios suficientes para atender las necesidades de su larga familia y haber visdto que autores del momento obtienen provecho de historias artificiosas de amor. Sopesado esto, decidió probar también él. O pudiera que quisiera darse el gusto de ser aún más popular entre la gente del común. Difícil es calibrar las intenciones ajenas.
Este comentario lo ha realizado J.M. León
ResponderEliminarLa presentación que Elena hace de Unamuno y de su novela me ha parecido sentida, sencilla, elegante y personal, evitando bibliografías y erudiciones postizas que no deberían tener cabida entre nosotros, simples lectores. Si sus personajes no nos parecen de carne y hueso en el contexto de la realidad de aquel momento, es porque Unamuno, creador omnisciente, así lo decidió. Nunca se debe objetar al autor hacer con lo que quiera con sus personajes. Son ficción.
Destacaría de este relato, además de que se ha hecho hablar a cada personaje de acuerdo con la peripecia que le corresponde, que Unamuno no trascienda a los hechos; quiero decir, que no haga crítica social ni ejemplarice. Se limita a constatarlos como los concibió. Resultado, una novela de carril, con estereotipos que insisten en parecerse a sí mismos a lo largo del tiempo. Si hubiera decidido hacer felices en el amor a Julia y Alejandro, tendríamos que encuadrar su novelita en el género rosa. Como el autor de “El sentimiento trágico de la vida”, no puede permitirse esa frivolidad, da un volantazo de guión y pone a su relato punto final a lo romántico. El conflicto amoroso deviene en tragedia. Y ¡qué tragedia, impregnada de religiosidad, de locura de amor y de sangre!
Catedrático de prestigio, rector varias veces de la Universidad de Salamanca, ¿por qué escribió este patético relato? Habría que preguntárselo a él. Como no es posible, cabe pensar en motivos espureos: tal vez la carencia de medios suficientes para atender las necesidades de su larga familia y haber visdto que autores del momento obtienen provecho de historias artificiosas de amor. Sopesado esto, decidió probar también él. O pudiera que quisiera darse el gusto de ser aún más popular entre la gente del común. Difícil es calibrar las intenciones ajenas.
J. Manuel León.
17-IX-2024