Los niños (y los mayores informales) pintan siempre el sol y la luna con ojos, nariz y boca. No sé porqué lo hacen, si por hacerse los graciosos o es un concepto que les viene de unos genes que pronto dejarán de funcionar, igual que lo hacen los que regulan la producción de lactosa. Tal vez esta percepción les venga de observarlos flotando allá arriba y, si él uno brilla y calienta y la otra vuelve la cara a un lado y a otro, los tienen por seres vivos. De sobra saben distinguir un animalito de un juguete: el animal se mueve y actua por sí y el oto no.
Hace muchos años, cuando en el reloj de la plaza sonaban las seis de la tarde, los niños dejabamos la calle y corriamos a casa para escuchar “Diego Valor”. En una ocasión, a continuación del serial, hicieron un programa sobre enigmas del Universo. Recuerdo dos de estos. El primero venia a decir que los dos satélites de Marte, Fobos y Deimos (Miedo y Terror) eran irregulares y sus órbitas de tal modo cambiantes, que algunos astrónomos habían lanzado la hipótesis de que fueran satélites artificiales dirigidos por una mente inteligente. El segundo, más que un enigma, era una fantasía: se había descubierto un planeta lejano, del que se sospechaba que todo él, no sé porqué, fuera un ser vivo. Nunca olvidé esta hipótesis.
Andando el tiempo, cuando supe de los cuatro elementos (tierra, fuego, agua y aire) entendí que algo así sucede con nosotros, pues que la tierra, es un concepto claro, se anima por influjo de los otros tres.
Por eso, no me vienen de nuevas las ideas que se exponen en el libro que acabamos de leer: la estructuración de moléculas cada vez más complejas; la reunión de estas para crear el primer ser capaz de reproducirse; la diferenciación de estos seres primigenios bajo la presión de las variaciones del medio en el que viven...hasta hoy.
Una cosa que echo de menos en el libro; la absoluta falta de referencia al azar como principalísimo ingrediente en el devenir de la parte del Universo en la que vivimos, de lo que sí hacen mención los autores.
Todo ello viene a cuento de esta lectura y de que los niños pintan ”animados”a la luna y al sol y... los niños...No mienten...
Los niños (y los mayores informales) pintan siempre el sol y la luna con ojos, nariz y boca. No sé porqué lo hacen, si por hacerse los graciosos o es un concepto que les viene de unos genes que pronto dejarán de funcionar, igual que lo hacen los que regulan la producción de lactosa. Tal vez esta percepción les venga de observarlos flotando allá arriba y, si él uno brilla y calienta y la otra vuelve la cara a un lado y a otro, los tienen por seres vivos. De sobra saben distinguir un animalito de un juguete: el animal se mueve y actua por sí y el oto no.
ResponderEliminarHace muchos años, cuando en el reloj de la plaza sonaban las seis de la tarde, los niños dejabamos la calle y corriamos a casa para escuchar “Diego Valor”. En una ocasión, a continuación del serial, hicieron un programa sobre enigmas del Universo. Recuerdo dos de estos. El primero venia a decir que los dos satélites de Marte, Fobos y Deimos (Miedo y Terror) eran irregulares y sus órbitas de tal modo cambiantes, que algunos astrónomos habían lanzado la hipótesis de que fueran satélites artificiales dirigidos por una mente inteligente.
El segundo, más que un enigma, era una fantasía: se había descubierto un planeta lejano, del que se sospechaba que todo él, no sé porqué, fuera un ser vivo. Nunca olvidé esta hipótesis.
Andando el tiempo, cuando supe de los cuatro elementos (tierra, fuego, agua y aire) entendí que algo así sucede con nosotros, pues que la tierra, es un concepto claro, se anima por influjo de los otros tres.
Por eso, no me vienen de nuevas las ideas que se exponen en el libro que acabamos de leer: la estructuración de moléculas cada vez más complejas; la reunión de estas para crear el primer ser capaz de reproducirse; la diferenciación de estos seres primigenios bajo la presión de las variaciones del medio en el que viven...hasta hoy.
Una cosa que echo de menos en el libro; la absoluta falta de referencia al azar como principalísimo ingrediente en el devenir de la parte del Universo en la que vivimos, de lo que sí hacen mención los autores.
Todo ello viene a cuento de esta lectura y de que los niños pintan ”animados”a la luna y al sol y... los niños...No mienten...
J. Manuel León
21.V.2022.