Me da a mi que Julián Barnes, al arrancar con su novela “La única Historia” haya tenido presente a Shakeaspeare y a Wilde, autores los más señeros en lengua inglesa. Del uno, ese “Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos, seguido de la palabra cuestión ¿no parece paralelismo del “ser o no ser de Hanlet”?. Las intrincadas sutilezas que le siguen sobre si el que ama pierde o no su libertad y su discernimiento ¿no las hubiera subscrito Wilde? Sea lo que sea en la mente de Barnes, a un lector español, al menos a mí, le llevan a la conclusión de que quien formula estos asertos no puede ser sino inglés de nacimiento.
Y, tanta altisonancia ¿para qué? Para contarnos la historia de un incauto adolescente que, como juguete, entrega la fatalidad a una malcasada, maltratada y alcohólica mujer de 48 años, con dos hijas de su edad para más inri.. Confundiendo amor con ardor sexual, el inocentón inmolará su juventud al hacerse cargo de ella cuando es ya caso perdido.
Que el muchacho se encele, se comprende; es joven y ardoroso. Que la mujer le oculte su alcoholismo y lo enrede en una relación aparte de coetáneos y familia, no.
Julián Barnes, excelente escritor, avanza con su trama en línea recta sin incoherencias, aunque con reiteraciones mil que hacen pesada su lectura. Su final, lo más propio, el repudio. Lo extraordinario en este caso, más feo que trágico, es que al perjudicado le quede perenne mala conciencia de abandono, cuando debiera dar capirotes de contento por haberse quitado de encima el fardo insoportable que, a decir del autor, constituye el “único” motivo de su historia.
ResponderEliminarMe da a mi que Julián Barnes, al arrancar con su novela “La única Historia” haya tenido presente a Shakeaspeare y a Wilde, autores los más señeros en lengua inglesa. Del uno, ese “Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos, seguido de la palabra cuestión ¿no parece paralelismo del “ser o no ser de Hanlet”?. Las intrincadas sutilezas que le siguen sobre si el que ama pierde o no su libertad y su discernimiento ¿no las hubiera subscrito Wilde? Sea lo que sea en la mente de Barnes, a un lector español, al menos a mí, le llevan a la conclusión de que quien formula estos asertos no puede ser sino inglés de nacimiento.
Y, tanta altisonancia ¿para qué? Para contarnos la historia de un incauto adolescente que, como juguete, entrega la fatalidad a una malcasada, maltratada y alcohólica mujer de 48 años, con dos hijas de su edad para más inri.. Confundiendo amor con ardor sexual, el inocentón inmolará su juventud al hacerse cargo de ella cuando es ya caso perdido.
Que el muchacho se encele, se comprende; es joven y ardoroso. Que la mujer le oculte su alcoholismo y lo enrede en una relación aparte de coetáneos y familia, no.
Julián Barnes, excelente escritor, avanza con su trama en línea recta sin incoherencias, aunque con reiteraciones mil que hacen pesada su lectura. Su final, lo más propio, el repudio. Lo extraordinario en este caso, más feo que trágico, es que al perjudicado le quede perenne mala conciencia de abandono, cuando debiera dar capirotes de contento por haberse quitado de encima el fardo insoportable que, a decir del autor, constituye el “único” motivo de su historia.
J. Manuel León.
5-III-2025
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